El olíbano, conocido también como franquincienso o francoincienso, es una resina aromática obtenida del árbol Boswellia thurifera o “ Boswellia sacra”. Su nombre, que se refiere a su preeminencia como el «verdadero» o «franco» incienso. Acerca del nombre del incienso, los hebreos le llamaban lebonah, los griegos libanos, los árabes luban y los romanos olibanum; en todos los idiomas significa lo mismo, esto es: ‘leche’, por el aspecto de la resina al brotar del árbol. Sin embargo en la actualidad se le llama incienso, nombre que deriva del vocablo latino incendoere, es decir, ‘encender’, ‘quemar’, ‘incendiar’, ‘prender fuego’, iluminar’. Asimismo, se le llamó incienso a otras gomorresinas en algunas partes del mundo: al ajenjo en Andalucía, a la Artemisa aragonensis en las Islas Canarias, a la Grindelia glutinosa, etc.
La obtención de la gomorresina del incienso se realiza haciendo una incisión en los troncos de los árboles de la Boswellia, de esta manera la resina fluye, se seca al contacto con el aire y se forman entonces pequeños granos redondeados de una coloración amarilla pálida y opaca, de textura quebradiza y cuyo diámetro no pasa de los 2 cm .Cuando los granos entran en contacto con el fuego se derriten, exhalando así su exquisito aroma. El olíbano es usado generosamente en ritos religiosos. Según el evangelio de Mateo 2:11 ,oro, olíbano y mirra fueron los tres regalos dados a Jesús por los Reyes Magos que venían del oriente. Los datos arqueológicos que poseemos sobre el incienso se remontan al Valle del Nilo en los templos de Deir el- Bahari se pueden observar inscripciones con dibujos de rituales donde son más que evidentes las nubecillas del humo del incienso.
En la mitología grecorromana también está presente el incienso: Leucótoe, la hija de Arcamo y de Eurinoma, se entregó en amores al bello y codiciado Apolo . Cuando Arcamo supo de tal deshonroso acontecimiento, la enterró viva llevado por la mayor ira. Pero el dios Sol, para honrar a la infeliz criatura enterrada viva, la convirtió en un frondoso árbol de incienso.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aparecen gran cantidad de menciones sobre el incienso. El incensario de oro simboliza el corazón del Iniciado, donde debe arder el incienso, que es servicio y amor. El humo del incienso, es a su vez, la alegoría del servicio impersonal y desinteresado, que lo impregna todo, y propiamente el «mucho incienso» significa la gloria de haber obtenido una mente pura y un corazón amoroso, devenidos del esfuerzo propio del servicio altruista.